Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

miércoles, 22 de junio de 2011

Cesar Aira- Las Conversaciones

La culpa era mía. Yo me lo había buscado, al lanzarme a una larga perorata de sutilezas y filosofías, en lugar de limitarme a lo básico, y dejar ver. Lo había hecho por infatuación intelectual, por el gusto de oírme hablar; era inevitable que terminara complicando lo simple y oscureciendo lo claro. Si ahora se demostraba, como parecía inminente, que lo obvio quedaba sin ver, yo quedaba colgado de un abismo, con todo mi palabrerio a cuestas. En el fondo daba lo mismo que la explicación hubiera sido larga o corta, salvo que con la larga yo había creado una expectativa mayor y me exponía a una decepción mas grave; si el no comprendía la diferencia entre el actor y el personaje de una película, era un imbecil. Y si lo era, yo no tenia mas remedio que perderle el respeto intelectual, y, mucho peor, nuestras conversaciones se extinguían en lo que tenia de bueno y gratificante para mi. No solo las perdía a futuro, pues necesariamente se me iban a ir las ganas de plantear temas interesantes o compartir reflexiones inteligentes con un necio de semejante calibre, sino que perdía retrospectivamente las conversaciones que habíamos tenido a lo largo de los años, y que constituían una parte tan central de mi vida. La revelación devaluaba el pasado, volvía ficticia toda su riqueza, y abría un agujero imposible de llenar. ¿Como llenar desde el presente un agujero del pasado?

Luís Gregorich- Literatura y Homosexualidad- Sartre y el papel del intelectual

¿Que es un intelectual? Para algunos, su función es eminentemente conservadora y aristocrática. Conserva, a lo largo del tiempo, la continuidad de una tradición y un legado espiritual que de otro modo corren el riesgo de perderse; y lo hace desde el seno de una selectisima minoría, para quien el vulgo no cuenta. No son los clérigos medievales los que encarnan esta concepción; también lo hace Goethe, genio universal y a la vez detestable cortesano, ya en pleno siglo XIX y en el pórtico de la Revolución Industrial, al decir pocos meses antes de su muerte: “Tal como va hoy el mundo, uno tiene que decirse siempre y repetirse sin cesar: ha habido y habrá hombres excelentes, y a esto hay que dirigirles una buena palabra, decirla y dejarla escrita sobre papel. Esta es la Comunión de los Santos que nosotros profesamos”
Ya en uno de sus poemas había expresado: “La verdad fue hallada hace mucho tiempo / y siempre ha unido a los espíritus nobles. / La vieja verdad: ¡aferrate a ella!”
Otra versión del intelectual, que también reconoce respetables antecedentes –basta pensar en Abelardo, Montaigne, Swift, Voltaire, Diderot-, reivindica, en cambio, una función de fermento e impugnación. No hay tal vieja verdad que deba ser custodiada al abrigo de la avidez plebeya, sino un mundo problemático e injusto que debe ser sometido, en forma permanente, a la critica, al análisis y a la discusión. Inevitablemente este tipo de intelectual enfrentara al poder tiránico y al privilegio, y se pondrá al lado de los desposeídos, aunque muchas veces el mismo provenga de una clase mas elevada. El conde León Tolstoi, rico terrateniente además de escritor gigantesco, asumió así su responsabilidad en 1908, frente a la bárbara represión en su país: “Todo lo que se esta haciendo actualmente en Rusia, se hace en nombre del bien general, en nombre de la protección y la tranquilidad del pueblo ruso. Y si esto es así, no hay duda de que entonces también lo hacen por mí, que vivo en Rusia. Por mí, pues, existe esta profunda miseria del pueblo, privado del primero y mas elemental derecho del hombre: el derecho a trabajar la tierra en que ha nacido...; por mi todas estas deportaciones de hombres, de uno en otro lugar...; por mi sufren las madres, esposas y padres de los desterrados, los cautivos y los ahorcados... ¡Pues bien, no me es posible continuar viviendo así!”

Ambrose Bierce- El Club de los Parricidas- Una Noche de Verano

El hecho de que Henry Armstrong estuviera enterrado no le parecía una prueba de su muerte; siempre había sido un hombre difícil de convencer. Pero el testimonio de sus sentidos lo obligaba a reconocer que estaba realmente enterrado. Su postura –estirado de espaldas, con las manos cruzadas sobre el estomago y atadas con algo que rompió fácilmente, aunque sin alterar la situación en forma provechosa-, el estricto confinamiento de toda su persona, la oscuridad y el profundo silencio, constituían un conjunto de evidencias imposible de controvertir y el lo aceptaba sin vacilar.
Pero no estaba muerto, no; solo muy, muy enfermo. Sentía, además, la apatía del invalido y no le preocupaba mucho el inusitado destino que le había tocado. No era un filósofo, solo una persona común y corriente dotada, por el momento, de una indiferencia patológica; su órgano de temer consecuencias estaba aletargado. De modo que sin particular aprensión por un futuro inmediato, se quedo dormido y todo fue paz para Henry Armstrong.
Pero algo ocurría mas arriba. Era una oscura noche de verano rasgada por algunos relámpagos que hacia el oeste encendían silenciosamente una nube baja, presagio de tormenta. Esas breves y sorprendentes iluminaciones destacaban con horrible nitidez los monumentos y las lapidas del cementerio y parecían ponerlos a bailar. Una noche así, no era probable que algún testigo digno de crédito estuviese paseando por el cementerio, de modo que los tres hombres que cavaban en la tumba de Henry Armstrong se sentían razonablemente seguros.