Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

martes, 24 de mayo de 2011

Rodolfo Walsh- Un oscuro día de justicia

Cuando llego ese oscuro día de justicia, el pueblo entero despertó sin ser llamado. Los ciento treinta pupilos del Colegio se lavaron las caras, vistieron los trajes azules del domingo y formaron filas con la rapidez y el orden de una maniobra militar que fuera al mismo tiempo una jubilosa ceremonia: porque nada debía interponerse entre ellos y la ruina del celador Gielty.
En la penumbra de la capilla olorosa a cedro y a recién prendidos cirios, el celador Gielty seguía rezando de rodillas como rezo toda la noche. Escurridizo, Dios afluía y escapaba de sus manos, acariciándolo igual que a un chico enfermo, maldiciéndolo como un réprobo o deslizando en su cabeza esa idea intolerable, que no era a El a quien rezaba, sino a si mismo y su flaqueza y su locura.
Porque si bien los signos no fueron evidentes para todos, el celador Gielty venia enloqueciendo en los últimos tiempos. Su cerebro fulguraba noche y día como un soplete, pero lo que hizo de el un loco no fue el resultado de esa actividad sino el hecho de que iba consumiéndose en fogonazos de visión, como un ciego trozo de metal sujeto a una corriente todopoderosa y llameando hasta la blancura mientras buscaba su extinción y su paz.
Y ahora rezaba sintiendo venir a Malcolm como lo había sentido venir a través de la bruma de los días de las semanas, y tal vez de los meses de los años, viniendo y aumentando para conocer y castigar: el hombre cuya cara se multiplicaba en los sueños y los presentimientos diurnos, en las formas de las nubes o el reflejo del agua. Astuto y seguro venia, labios tachados por un dedo, sin quebrar un palito del tiempo.

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