Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

viernes, 15 de julio de 2011

John Berger- Aquí nos vemos

El cementerio tenía amplios parterres de hierba y unos árboles muy altos. Un tordo brincaba meticuloso sobre la hierba recién segada. Preguntamos al jardinero, que era bosnio, donde estaba la tumba.
Por fin la encontramos en una esquina alejada. Una sencilla lapida y un rectángulo de gramilla sobre el que había un arbusto plantado en un cesto; era un arbusto frondoso, de hoja pequeña de un verde muy oscuro y con bayas. Debería haber sabido el nombre de la planta, pues Borges amaba la exactitud; cuando escribía quería llegar hasta donde había elegido llegar. Se paso toda la vida enzarzado en políticas escandalosas o equivocadas, pero nunca se dejo enzarzar en la página.

Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

La planta, según nos dijo el jardinero bosnio, era un tipo de boj, el buxus sempervivens. Tendría que haberlo reconocido. En los pueblos de la Alta Saboya se humedece en agua bendita una ramita de esta planta para salpicar con ella por última vez el cadáver del ser querido amortajado en la cama. Se convirtió en una planta sagrada debido a la escasez de otra. El domingo de Ramos nunca había suficientes hojas de sauce en la región, y los saboyanos empezaron a sustituirlas por ramas de este tipo de boj.
Había muerto, decía la lapida, el 14 de junio de 1986.
Nos quedamos los dos en silencio. Katya llevaba una mochila colgada al hombro y yo tenia el casco con los guantes dentro, entre las manos. Nos agachamos delante de la lapida.
Tenia tallado un bajorrelieve que representaba a unos hombres en lo que parecía una especie de embarcación medieval. ¿O estaban en tierra y era su disciplina militar lo que los hacia estar tan pegados, tan incondicionalmente juntos? Parecían figuras antiguas. Al otro lado de la lapida había mas guerreros, estos con unos remos o unas lanzas en la mano, confiados, preparados para cruzar el terreno o el agua que hubiera que cruzar.
Cuando Borges vino a morir a Ginebra, le acompañaba Maria Kodama. Había sido alumna suya en los años sesenta en sus cursos de anglosajón y literatura escandinava. Borges la doblaba en edad. Cuando se casaron, ocho semanas antes de que el falleciera, se mudaron del hotel en el que estaban, en una de las calles-archivo llamada Rue de la Tour-Maitresse, a un piso que ella había buscado.
De usted, escribió el en una dedicatoria, es este libro, Maria Kodama. ¿Será preciso que le diga que esta inscripción comprende los crepúsculos, los ciervos de Nara, la noche que esta sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la alta voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las laminas?
Solo podemos dar lo que ya hemos dado. Solo podemos dar lo que ya es del otro.

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