Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

miércoles, 5 de enero de 2011

Alberto Moravia- El Autómata- En Familia

Era una familia muy unida, pero la mayoría de edad de los hijos y la estrechez creciente de los últimos años presagiaban su inminente dispersión. Todos ya sabían que el próximo invierno ya no verían aquellos cuartos inmutables desde la infancia, en un tiempo bien dispuestos y alegres y ahora opacos y llenos de objetos gastados y rotos; los dos varones irían a trabajar a una ciudad del Norte, la hija menor debía trasladarse a Inglaterra para diplomarse de enfermera y Leonora, por fin, la hija mayor, se casaría. Inmediatamente después de la boda, los padres, que no esperaban otra cosa, se mudarían a un departamento más pequeño.
Entre tanto, aun en esta atmósfera de mudanza y liquidación, los cuatro hermanos seguían estando muy juntos porque a pesar del lenguaje violento y los modales bruscos que ostentaban entre si, se querían mucho, con un afecto profundo que todavía era el afecto natural de la infancia, y que ellos sabían destinado a cesar apenas se marcharan de la casa. En aquellos días el probable matrimonio de Leonora con un rico joven provinciano excitaba sobre todo su sarcasmo. Llamaban a este matrimonio el mercado de la vaca, aludiendo así al hecho de que Leonora no se casaba por amor, sino como ella misma reconocía, por conveniencia. Por otra parte, ni Leonora ni sus hermanos hubieran atinado a decir si el tal matrimonio de interés les causaba verdadero disgusto. La necesidad económica les parecía, de manera inocente, una buena justificación; sin contar que todos ellos eran demasiado jóvenes para poder darse cuenta con exactitud de lo que sentían.

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