Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

miércoles, 5 de enero de 2011

Vladimir Nabokov- Mashenka

Las gruesas y pesadas manecillas en el gran rostro blanco del reloj que sobresalía perpendicularmente del rotulo de la tienda de relojería, señalaban las seis y treinta y seis minutos. En el débil azul del cielo que aun no se había calentado después de la frialdad nocturna, solo una nubecilla se había tornado de color rosáceo, y la alargada y delgada forma de esta nubecilla tenia una gracia inefable. Los pasos de los desgraciados que a esta hora estaban despiertos y circulando sonaban con especial claridad en el aire desierto, y, a lo lejos, una luz con colorido de carne destellaba en los raíles de los tranvías. Una carretilla, cargada con enormes montones de violetas, medio cubiertos con un burdo paño a rayas, avanzaba lentamente junto a la acera, y la florista ayudaba al corpulento perro de pelo rojo a arrastrar el vehiculo. Con la lengua afuera, el perro avanzaba trabajosamente, poniendo a contribución todos y cada uno de sus nervudos músculos entregados al servicio del hombre.
De las negras ramas de algunos árboles, en las que comenzaban a brotar los botones verdes, surgió una bandada de gorriones que voló produciendo un sonido de múltiples aleteos y se poso en lo alto de un delgado muro de ladrillos.
Las tiendas todavía dormían tras sus rejas y las casas solamente estaban iluminadas en su parte alta, pese a lo cual era imposible imaginar que anochecía en vez de amanecer. Las sombras se proyectaban en direcciones contrarias a las usuales, formando combinaciones anormales para la vista de los que conocen las sombras nocturnas, pero no están acostumbrados a las de la aurora.
Todo parecía torcido, atenuado y metamorfoseado, como si estuviera reflejado en un espejo. Y cuando el sol ganó altura, y las sombras se dispersaron, colocándose en sus habituales lugares, la serena luz del mundo de los recuerdos en que Ganin había vivido devino lo que en realidad era, es decir, el pasado.

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