Textos y Consignas

Los textos que se reproducen a continuacion son extraidos aleatoriamente de las numerosas lecturas de estos años en los que transité la consistencia molecular de palabras y oportunidades.
Las Consignas escriturarias ayudan, desde su eventualidad, a construir el tejido igneo de las palabras a partir de una forma no estructurada de entenderlas.
Asi, forma y contenido, no son referencias de un marco teorico.
Mas sencillamente, Textos y Consignas son un juego ceremonial al que no hay que darle mucha veracidad.
Solo un poco, poquito de ternura y solidaridad...

miércoles, 13 de abril de 2011

James Joyce- Ulises

Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera, con una bacía desbordante de espuma, sobre la cual traía, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana hacia flotar con gracia la bata amarilla desprendida, Levanto el tazón y entono: - “Introibo ad altare Dei” Se detuvo, miro de soslayo la oscura escalera de caracol y llamo groseramente: - Acércate, Kinch. Acércate, jesuita miedoso. Se adelanto con solemnidad y subió a la plataforma de tiro. Dio media vuelta y bendijo tres veces, gravemente, la torre, el campo circundante y las montañas que despertaban. Luego, advirtiendo a Esteban Dedalus, se inclino hacia el y trazo rápidas cruces en el aire, murmurando entre dientes y moviendo la cabeza. Esteban Dedalus, malhumorado y con sueño, apoyo sus brazos sobre el ultimo escalón y contemplo fríamente la gorgoteante y meneadora cara que lo bendecía, de proporciones equinas por el largo y la cabellera clara, sin tonsurar, parecida por su tinte y sus vetas al roble pálido. Buck Mulligan espió un instante por debajo del espejo y luego tapo la bacía con toda elegancia. - ¡De vuelta al cuartel! dijo severamente. Luego agrego con tono sacerdotal: - Porque esto, ¡oh amados míos!, es el verdadero Cristo: cuerpo y alma y sangre y llagas. Música lenta, por favor. Cierren los ojos, señores. Un momento. Hay cierta dificultad en esos corpúsculos blancos. Silencio, todos. Lanzo una mirada de reojo, emitió un suave y largo silbido de llamada y se detuvo un momento extasiado, mientras sus dientes blancos y parejos brillaban aquí y allá con puntos de oro. Chrysostomos. Atravesando la calma, respondieron dos silbidos fuertes y agudos. - Gracias, viejo –grito animadamente-. Ira bien eso. Corta la corriente, ¿quieres?

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